jueves, 30 de junio de 2011

Cronicas de Viaje

Anécdotas de niños en Bicentenario.

Autor

Ivonne Azereth Meneses Amador

Vallas metálicas resguardan el acceso principal para el Palacio Nacional. Antes de ingresar a la magna exposición “México: 200 años. La Patria en Construcción”, en sus últimos meses de exhibición, oficiales y vigilantes piden a los visitantes no llevar líquidos, plumas, dulces y ni bolsas grandes, de lo contrario tienen que dejar sus pertenencias en paquetería por lo cual tuvimos que acatar la indicación. A partir de las nueve de la mañana, 40 niños de primaria aguardan aguardaron, (entre pláticas y disgustos), pasar por los detectores de metales. En la segunda inspección dejamos celulares, cámaras, llaves, monedas u objetos metálicos en canastas. Algunos pocos desafortunados, regresamos a una tercera inspección porque si suena la chicharra, se vuelve a pasar por toda la inspección. Entre los menores de edad se escucha su malestar ante las medidas extremas para pasar a la exposición.

El trayecto de “seguridad” aún no terminaba, los chicos de primaria debieron formar una sola fila, tres profesoras resguardaron de principio a fin el grupo escolar. ¡Formen a su grupo y silencio! Ordenó otro oficial; entre gritos, de nuevo ingresamos a un tercer detector de metales y las bolsas de mano se escanearon en un aparato de rayos X, para ese momento nuestro reloj marcaba 9:25, el tiempo justo para iniciar la visita guiada, pues a pesar de todas las penurias, el grupo seguía con entusiasmo.

La Fuente del Pegaso del patio principal ayudó a desestresar a los chicos, que para esos momentos y ante la tensión inicial, algunos caminaban más aprisa, lo que nos dio tiempo para tomar nuestras primeras fotos. Prosigue la caminata para ingresar al patio trasero del Palacio Nacional, al llegar a los arcos del segundo patio observan la capilla de la Emperatriz Carlota y algunos vestigios de las primeras columnas del antiguo Palacio de los Virreyes, por menos de 20 minutos explicó los orígenes de la actual sede del Poder Ejecutivo Federal. Entre anécdotas se dan las indicaciones para ingresar a la sala audiovisual, la Galería Nacional, los murales de Diego Rivera, el Mausoleo de los Héroes de la Independencia y finalmente los salones presidenciales.

¡De prisa!—digo a los niños, y éstos vuelven a formarse en tres hileras en el área donde se localiza el Salón de la Tesorería, entre estudiantes de otras escuelas, turistas y público en general; el grupo de primaria, después de 13 minutos de espera, ingresan a la sala Audiovisual. Imágenes de héroes de la Independencia y Revolución son iluminadas, el interior lo cubren espejos por sus cuatro muros y las pantallas están encapsuladas, entre la penumbra el ambiente es de expectación. Los murmullos de la gente se minimizan al escuchar indicaciones en español e inglés que prohíben tomar fotos o grabar durante la función, a lo largo de cinco minutos proyectaron imágenes de nuestra nación, desde los monumentos prehispánicos, las riquezas naturales y los últimos cambios tecnológicos de México, el público sucumbió antes los efectos sonoros y las imágenes de la proyección. Al finalizar la gente aplaudió, volviéndose a encender las luces y proseguir el recorrido hacia la Galería Nacional del Bicentenario.

Siendo las 11:05 de la mañana, los alumnos subieron corriendo por las escaleras. ¡En orden!--gritó un militar. Formados por cuarta vez, pero con dos filas una de niñas y otra de niños, tocó nuestro turno para ingresar al museo itinerante. Con previa advertencia de que no era posible realizar alguna explicación o visita guiada al interior, debido a la cantidad de visitantes. ¡Gracias por avisarnos! Dos puertas de cristal abrieron mostrando todas las banderas de México, así como de los principales batallones que lucharon por la libertad de nuestra república. El grupo desesperado y con dudas, empezó a separarse y distraerse, con voz fuerte se les mencionó algunos datos generales, pero el grupo era tan grande y las salas tan pequeñas que no permitían unificar la información. El único lugar que se tuvo para explicar era entre el estandarte y el acta de la Independencia de México. Cuadros de óleo, baúles, escritos, armas, vestidos, mobiliarios y maquetas, tratan de plasmar los estilos de vida de 200 años de liberación mexicana. De pronto una sirena suena, la tensión aumenta, la gente de seguridad nos indica: ¡Desalojen el área!, el personal abre puertas de emergencia. Los alumnos, profesoras y público baja por las escaleras principales, todos se reunieron en la Fuente del Pegaso. Oficiales y personal de protección civil con altavoces nos gritan: ¡Es un simulacro! Los estudiantes en esos momentos explotan entre risas nerviosas ante la primera experiencia de simulacro. Pasada la falsa alarma, prosiguió la visita a las secciones especiales del Palacio Nacional.

El tiempo era crítico para la logística de la escuela, eran las 11:34 am y faltaba la mitad de la exposición. Necesitábamos una escala técnica, ¿Dónde están los baños? El personal nos permitió saltarnos algunas salas, para ingresar al tocador, como era de esperarse las niñas hicieron una fila más larga. Por fortuna los sanitarios del segundo piso están limpios y son amplios. Por casi 15 minutos los alumnos pudieron sentarse en una pequeña área afuera de los baños. ¡Arriba, prosigamos!—gritó a los muchachos.

Caritas de cansancio, comentarios de ¡tengo hambre y sed! cada vez se hicieron más evidentes. Era lógico su malestar, su lunch y bebidas se quedaron en el camión, algunos de ellos les tiraron a la basura sus botellas de agua al ingresar al recinto. Los pasillos y salas eran reducidos, no había espacios para descansar con un grupo de 40 niños y era imposible encontrar algún lugar para tomar agua. Para dar ánimos al grupo se gritó: ¡Falta poco! A lo que un niño respondió: ¡¿Pero cuanto…?!

Sobre el pasillo del segundo piso en la penúltima sección, sólo se explicó el efecto “Poli angular” de la mirada del bebé del último mural de Diego Rivera, fue interesante observar cómo el grupo participó cuando se le indicó que deben moverse de un extremo a otro y observar fijamente los ojos del niño envuelto en el rebozo; ¡Ay me sigue con la mirada! Gritaron algunos, ¡a mí no me sale!, para reafirmar el concepto les pregunté ¿Cómo se llama el efecto visual? “Se llama Poli angular” – algunos gritaron, ¡Perfecto!—confirmé.

Después un cortinaje negro y pesado, con música solemne retumba al iniciar nuestro siguiente punto. El lugar aloja los restos óseos de los héroes de la independencia, en letras de oro y urnas laqueadas negras, huesos largos y cortos de Allende, Aldama, Morelos, por mencionar algunos; descansaban sobre cojines de terciopelo rojo. En medio, bajo una luz tenue, un cofre de cristal exhibe los cráneos de los principales caudillos. Surgió una pregunta ¿Pero de quien es cada cráneo?, no hubo respuesta.

Para finalizar, continuamos a los Salones Presidenciales. Personal del Estado Mayor Presidencial indicaron, ¡guarden silencio, no se recarguen en los barandales, no tomen fotos y formados! Y ¡Sean bienvenidos!, escuche maestra, no se puede explicar al interior.

Entro los muros de la sección restringida, están los óleos de los dirigentes de nuestra nación desde época prehispánica hasta Vicente Fox; pasamos por el comedor presidencial, el escritorio, salón de acuerdos, la biblioteca, el primer elevador, salón Morisco, Salón Morado, Salón de los Embajadores, y por último nuestro grupo se asomó en el lugar donde da el grito de independencia el Presidente en turno. Al salir del balcón presidencial más de cinco granaderos, obstruyen con su imponente aspecto nuestro camino y volvemos sobre nuestros talones. Con esto se cierra la visita guiada a “La Magna Exposición México: 200 años. La Patria en Construcción.”

Las escaleras encaminan nuestro andar al patio trasero del Palacio Nacional hacia la salida ubicada en la calle de Moneda. Eran las 12:36 del mediodía, contábamos con 10 minutos para llegar a las rejas de la Catedral Metropolitana, donde el autobús tenía que recogernos, para continuar nuestro recorrido al Palacio de las Bellas Artes con previo aviso y oficio a servicios Escolares, se agendó una visita a las 13:00 pm para observar el interior del Palacio de las Bellas Artes.

En la salida de Moneda los adultos vivimos momentos de tirantez, ante la premura por llegar a la Catedral, el sol incandescente, las banquetas llenas de ambulantes y gentes. ¡Agárrense las manos y no se separen! Gritamos los coordinadores a los educandos. Entre bolsas, carritos, peluches, empujones, chiflidos, el aroma del copal y albahaca inundaba nuestro olfato. Llegamos al atrio de Catedral ¿dónde nos ubicamos con los pequeños? La divinidad estaba de nuestro lado, había una pequeña carpa que cubrió al grupo. Las niñas y niños con rostros chapeados, sentados en el suelo y fastidiados realizaron una actividad recreativa que los retaba, el juego del ping, ping, ping, poiiing era parte de un plan para matar el tiempo. A la distancia vimos el autobús. ¡Fórmense rápido!—indiqué; subir o bajar grupos enfrente de Catedral o Palacio Nacional, debe ser breve y con el operador al volante, de lo contrario multan. El transporte partió volando a las 12:50.

La calle de Tacuba nos llevó directo a espaldas del Palacio de las Bellas Artes, antes de bajar se sugirió al chofer estacionar el camión en la calle de Valerio Trujano. Quince minutos sirvieron para que el grupo comiera y se refrescara, al interior del autobús las profesoras y alumnos pudieron relajarse, muchos venían parados de sus asientos, algunos compartieron su comida a los adultos, el tráfico era abrumador sobre la avenida. Con 15 minutos de retraso llegamos tarde a nuestra visita programada gratuita. Plan B, inicia la visita guiada en exterior e interiores del imponente Palacio que fue una de las grandes obras que impulsó Don Porfirio Díaz, en el marco de las celebraciones del centenario de la Independencia, irónicamente se suspendió al iniciar la Revolución Mexicana.

En la sombra, los niños y niñas de primaria observaron el color blanco grisáceo del exterior del mármol de Carrara, se describió cuál era la idea original del Palacio de las Bellas Artes con el diseño del arquitecto italiano Adamo Boari, al observar todos los detalles exteriores de las esculturas y relieves con vegetales o de animales originarios de México; es decir elotes, calabazas, chayotes, monos, coyotes, ocelotes, caballeros águila, etc. Se hablo de la moda francesa, el Art Noveau, la vida del Porfiriato, cada frase se trataba de relacionar con su vida actual; de esta manera se logra un aprendizaje significativo. Pero cuando todo parecía perfecto, un vigilante nos llama la atención para mover al grupo y bajar la voz. Era tiempo de ver la nueva restauración de interior del Palacio de las Bellas Artes eran las 13:30 de la tarde.

El interior está recubierto con distintos materiales y colores de origen nacional bajo la supervisión del Federico Mariscal, el bronce, acero, el mármol rojo veteado en blanco de Durango, el mármol rosa y café de Querétaro, mármol negro de Monterrey, lámparas eléctricas recubiertas con ónix de Oaxaca, la decoración de los terminados nos recuerdan a la iconografía prehispánica, grecas, mascarones de Chac o Tlaloc deidades de la lluvia. Todo el interior expresa una nueva corriente artística conocida como Art Decó, pero mexicanizado.

Mientras esperan el inicio de la función o la visita guiada, el público se reúne en el vestíbulo para ingresar al auditorio del Bellas Artes. Las puertas de acceso se abren después del ingreso del personal del Palacio, dando prioridad a las escuelas para sentarse en las primeras filas. El escenario es espectacular, considerado como el corazón del Palacio, la sala tiene la forma de embudo permitiendo que la vista y el oído se dirijan al escenario, creando una buena acústica. Durante la explicación, existe algo de movimiento en el foro, se ven bailarines ensayado, incluso un pianista. Alrededor se localizan las butacas, los palcos generales, lunetos y galerías, en medio de la sala se observa el palco presidencial, dicho sitio es para jefe de Estado y sus invitados. Extrañamente los estudiantes permanecen mudos, no hacen preguntas, ni hablan entre ellos, pero no dejan de tomar fotos al interior del auditorio.

El guía invita a fijarnos en el plafón que diseñó Géza Maróti, con personajes de la mitología griega como son las musas de la música, la comedia, danza, astronomía, poesía, entre otras. Para finalizar la visita al interior bajan la cortina contra incendios la que protege el escenario, hecha de acero y zinc, con cristales opalecentes, diseño de la casa Tiffany, que representan el valle de México coronados por el Popocatepetl e Iztaccihuatl. Esta maravillosa obra de arte puede considerarse como un auténtico rompecabezas al ser un millón de piedras aproximadamente. Como último recurso el expositor comentó que durante el diseño del Palacio, Adamo Boari siempre lo acompañó un perrita llamada Aida, su nombre es el título de su Opera preferida, por desgracia ella muere, pero manda crear su imagen en el exterior del Bellas Artes para quedarse en la eternidad. ¿En dónde se ubica su imagen?

Terminó la función, abren puertas de emergencia, para salir a un costado del Palacio de la Bellas Artes, nadie se da cuenta, pero lo cierto es que el recinto se hunde, hace tiempo Diego Rivera mencionó que el Palacio de las Bellas Artes iba a ser el Palacio Submarino. Esto se debe a la gran cantidad de peso que lleva su armazón de acero.

Los maestros y alumnos esperan pacientemente al autobús sobre la avenida Hidalgo, en el trayecto una gran cantidad de alimentos abren el apetito entre los esquites, dulces, paletas, congeladas, aguas en la Alameda. Con un adiós me despido de los niños deseándoles buen viaje y volver a verlos pronto. Una niña se levanta dándome un dulce y en eso una estampida de aplausos se escucha agradeciendo por el tratarlos bien. Al bajar me intriga esa despedida, en verdad ¿Los tratamos bien?

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